"-Bueno, es el típico intelectual mexicano preocupado básicamente en sobrevivir -dijo Amalfitano.
-Todos los intelectuales latinoamericanos están preocupados básicamente en sobrevivir, ¿no? -dijo Pelletier.
-Yo no lo expresaría con esas palabras, hay algunos que están más interesados en escribir, por ejemplo -dijo Amalfitano.
-A ver, explícanos eso -dijo Espinoza.-En realidad no sé cómo explicarlo -dijo Amalfitano-. La relación con el poder de los intelectuales mexicanos viene de lejos. No digo que todos sean así. Hay excepciones notables. Tampoco digo que los que se entregan lo hagan de mala fe. Ni siquiera que esa entrega sea una entrega en toda regla. Digamos que sólo es un empleo. Pero es un empleo con el Estado. En Europa los intelectuales trabajan en editoriales o en la prensa o los mantienen sus mujeres o sus padres tienen buena posición y les dan una mensualidad o son obreros y delincuentes y viven honestamente de sus trabajos. En México, y puede que el ejemplo sea extensible a toda Latinoamérica, salvo Argentina, los intelectuales trabajan para el Estado. Esto era así con el PRI y sigue siendo así con el PAN. El intelectual, por su parte, puede ser un fervoroso defensor del Estado o un crítico del Estado. Al Estado no le importa. El Estado lo alimenta y lo observa en silencio.
Roberto Bolaño
Escritor Chileno ( 1953-2003)
Texto extraído de la novela 2666, Anagrama.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
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1 comentario:
Mientras los intelectuales mexicanos no llamen a levantarse en contra del régimen de manera explícita, este los seguirá tolerando con beneplácito. El Estado tiene dispuesto un sistema en donde por cada voz crítica que aparece, la contrarresta con otras a las cuales colocan en ventaja al tenerlas en los medios masivos; y así, aunque haya veinte o treinta periodistas o intelectuales que critiquen sus yerros políticos, tendrán a uno o dos con pocas posibilidades de superarlos argumentalmente, pero con una capacidad de insidia tal, que nadie puede superar. Mientras no haya un real acceso a medios de comunicación democráticos y al alcance de todos, pues el Estado simplemente seguirá viendo a dichos críticos como voces a las cuales se les puede soportar, incluso invitar a los programas de debates políticos para decir que "hay democracia en los medios", pero mientras no estén en el noticiero estelar hablándole a millones de espectadores, serán siempre "bien recibidos".
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